domingo, 1 de enero de 2012

CEREBRO INDIVIDUAL, CONCIENCIA COLECTIVA I

MENTES DIFERENTES, APRENDIZAJES DIFERENTES

Cada mente aprende de una manera distinta, afirma Mel Levin, un pediatra convertido a pedagogo de merecido renombre, autor del texto con el título anterior.
¿Qué es lo que marca la diferencia principal entre la fantasía coral y la sinfonía fantástica? Alguien podría decir que la época, otro más que el género musical, mas no cabe duda alguna: los dos cerebros que dieron lugar a esas inmortales composiciones tenían cableados muy distintos. Podría detenerme en comentar la teoría de las inteligencias múltiples, pero no es ese el espíritu del blog que tengo pensado para hoy, la primera parte de 3 columnas que dedicaré a la educación, vista a la vez como estructuración del cerebro y como formación del individuo con responsabilidades sociales.
Llevo una década reflexionando sobre el cerebro y la conciencia y no he avanzado tanto como quisiera: la física, lo que fue mi debilidad durante las 4 décadas anteriores, no ha sido de mucha utilidad. El cerebro es un órgano biológico: así de simple. No obstante los homínidos todos tienen un comportamiento colectivo que los diferencia de las otras especies. ¿Qué es lo que hace entonces tan especial el cerebro del Homo Sapiens? Todavía no lo sé, pero insistiré en lo dicho: si se comparara el cableado del cerebro entre uno y otro miembro de la especie, tan cercanos o lejanos en el tiempo y en el espacio cuanto se quiera, resultará completamente diferente uno del otro. Lo contradictorio del asunto es que solo una conciencia grupal le ha salvado de la extinción. Así ha ocurrido probablemente desde los hominini o con antepasados más antiguos. Aquellos, procedentes al igual que los gorillini de la subfamilia Homininae, se remontan hacia atrás unos 10 millones de años.
Sin que pretenda aportar nuevas luces al paradigma propuesto, el título de un libro en ciernes que algún día publicaré, al que me referiré de nuevo en próximas columnas, este ensayo me servirá para seguir reflexionando, ya que no practicando al estilo de la física, ciencia experimental por excelencia. La práctica más interesante de la neurociencia hoy es la pedagogía. Ese será el enfoque central del asunto que quiero abordar: una reflexión sobre la pedagogía hoy. El subtítulo aclarará mejor el sentido que tendrá:
Hacia una educación que nos haga humanos para el siglo XXI

El lector tendrá derecho a preguntarse: ¿Por qué no para el siglo XXII? ¿Qué tan cercanos al sentido humano estuvieron los hominini? ¿El humanismo fue una mejor época para ese sentido que la actual?
Tendré que dar muchas vueltas al asunto antes de atreverme a dar una respuesta. Empezaremos por la relación entre la física y la biología, dos hermanas aparentemente muy distintas y distantes en la ciencia. La segunda ley de la termodinámica no es una ley, es un principio. Principio es, no ley, el de la indeterminación de Heisenberg. La incertidumbre es nuestra, no de la naturaleza. La selección natural debe tropezar con el azar y la necesidad. El demonio de Maxwell y los de Darwin son contemporáneos, aunque el autor de los segundos no fue Darwin.
El tema que deseo abordar es quizá el más complejo de la biología: el cerebro humano y lo que de él se deriva, el pensamiento. Levine abre el capítulo 2 con una cita del entomólogo Edward O. Wilson extraida de su ensayo Sobre la naturaleza humana, con la que concluyo por hoy:
El mosquito es un autómata. No puede permitirse ser nada más. En su cabeza diminuta sólo hay unas cien mil células nerviosas y cada una tiene una función muy concreta que cumplir. La única forma de pasar con éxito y precisión por un ciclo vital de unos días de duración es por medio del instinto, una serie de conductas rígidas programadas por los genes. En contraste, los cauces del desarrollo mental del ser humano son tortuosos y variables.

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