sábado, 18 de abril de 2015

CAPERUCITA Y EL LOBO: la MASACRE de las FARC, y otras opiniones sobre el “CESE BILATERAL” al fuego

Tal vez no puede calificarse de masacre a mansalva el asesinato de 11 soldados profesionales. Parece que los 50 o más estaban acampando en territorio enemigo, a lo que se aplica el dicho de "papaya servida". Hay que examinar cuidadosamente el contexto en que ocurrió este deplorable hecho, tan nocivo para los diálogos. No tengo suficientes elementos de juicio, pero dudar del manejo mediático del asunto es sano. ¿Por qué sus superiores no tomaron las medidas del caso para evitar que esto ocurriera, si ya los pobladores de la vereda los habían advertido del peligro? “La unidad militar se guarecía en un punto geográfico que la hacía presa fácil de la guerrilla. Los insurrectos descendieron y en cuestión de minutos hicieron trizas su propia promesa de mantener una tregua unilateral, dejaron gravemente herido el proceso de paz y sirvieron en bandeja de plata la posibilidad de golpear políticamente a Santos,” escribe el director de SemanaEn su columna Gómez Buendía afirma, con sobrada razón: “Fue cobarde, brutal y execrable, pero también predecible y hasta cabría decir que evitable.”
Por ahora el único ganador ha sido el Centro Democrático, a quien le acaban de condenar 3 de sus alfiles, dos de ellos ex ministros de Uribe, por el escándalo de la yidispolítica. El vil atentado hizo que se le restara importancia a ese aberrante hecho político, por el que el ex presidente jamás tendrá que rendir cuentas.
A pesar de todo, hay que insistir en que se pacte un cese bilateral al fuego. Y que nos preparemos para lo que habrá que hacer una vez logrado el anhelado propósito de la paz: los no menos importantes, equidad y educación de calidad, ojalá de excelencia. 

sábado, 4 de abril de 2015

Carlos Gaviria ha muerto, ¡pero resucitará! Lo dice un agnóstico como él.

Casi todos los columnistas y personajes colombianos, hasta Uribe (su discípulo, qué ironía), también extranjeros, han lamentado la muerte del ex presidente de la Corte Constitucional, el ahora inmortal Carlos Gaviria Díaz.
Y es que la inmortalidad consiste en eso: ser grande hasta el fin de los tiempos. También en algo más: alumbrar el camino de las futuras generaciones. Por eso se conmemora todos los años la muerte de Jesús de Nazaret. Coincidencialmente Gaviria falleció en una Semana Santa, y en plena crisis de las Altas Cortes. De sus cenizas surgirá una justicia que no solo llegue sino que ni siquiera cojee. Es bueno recordar los versos de Monaiya Jurama, aquellos que sirvieron para refundar a Buinaima, rigurosamente aplicables en el caso del Inmortal Maestro recientemente fallecido:
¿Por qué será que estoy en este cuento?
quizá porque soy un Buinaima,
un espíritu que recorre caminos extraños
y desconocidos en la infinidad del saber
para iluminar un poco, tan siquiera
como un hilo de luz
que ilumina el sendero
de sus hermanos generacionales.
Por ahora no vamos a agregar más, aunque vale la pena leer o escuchar lo que otros han escrito o dicho sobre él, por ejemplo, su otrora discípulo, nuestro querido colega Mauricio García Villegas.
¡Descansa en paz, querido maestro!
(Para más detalles sobre su vida y obra invito a leer la entrada anterior que encuentran a continuación.)

jueves, 2 de abril de 2015

Carlos Gaviria Díaz: ejemplo ético a seguir para aliviar la crisis de nuestras instituciones

No sabría decir qué era más admirable en Carlos Gaviria Díaz, si su sencillez, su proceder intachable o su grandeza intelectual. Tuve la oportunidad de cruzar unas palabras con él en el Puente Aéreo del Aeropuerto Eldorado cuando fue candidato a la presidencia, sin mediación alguna; y después, unas pocas más por teléfono en algunas ocasiones. Esto, producto de su sencillez, bastó para impresionarme y admirarlo profundamemente.
La ética no se enseña: se ejemplifica. Y eso fue su vida, un ejemplo ético a seguir. Ahora que están sumidas en una profunda crisis casi todas las instituciones que representan al Estado Colombiano, deberían repasarse la vida, el pensamiento y la obra de esta figura descomunal que fuera magistrado de la Corte Constitucional entre 1993 y 2001 y su presidente en 1996. Las nuevas generaciones harán bien en recoger sus enseñanzas.
Su paso por la Corte no lo hizo solo como erudito jurista. Los fallos trascendentales e innovadores en los  que participó los hacía con sustentaciones que se recuerdan como verdaderas obras maestras del pensamiento. Lo mismo puede decirse de su paso por la Academia, como profesor universitario.
No pretendo hacer una biografía más, oficio para el que no estaría preparado. Sobre ella el interesado puede encontrar una gran variedad, unidas todas ellas en una característica común: destacar su figura descomunal en lo intelectual y en el actuar íntegro con que acompañaba su pensamiento. Terminaré esta nota suministrando al lector algunos enlaces en donde pueda informarse de muchas de las vicisitudes de su vida ejemplar y de alguno de sus discursos memorables.
Empiezo por la conferencia que ofreciera en el Gimnasio Moderno de Bogotá recientemente (su última intervención en público): ¿Cómo educar para la democracia? Citando a Benjamin Erhard nos dice allí: "La ilustración (léase educación) es el primer derecho del pueblo en una democracia." Una rememoración de algunas de sus intervenciones que pusieron a pensar al país las encuentra aquí.
La contradicción entre las ideas liberales y el liberalismo de mercado fue algo que resaltó. A la par con la crítica a este último, el liberalismo filosófico guió su pensamiento y su acción. Al magistrado Gaviria  debemos buena parte de los avances que se han logrado en materia de eliminar todo tipo de discriminación y aceptar la diferencia.
Llama la atención Jorge Cotes en la Revista Semana al hecho de que es un milagro que Carlos Gaviria muriera de viejo, rodeado de su familia, y no asesinado por las balas de los paramilitares y grupos de extrema derecha que han sembrado el terror en el país. Tal vez el peligro de muerte más cercano ocurrió durante la época de Carlos Castaño, cuando fue asesinado su entrañable amigo Héctor Abad Gómez (1987), presidente del Comité por la Defensa de los Derechos Humanos en Medellín. Gaviria era el vicepresidente, y la mejor decisión que pudo tomar en ese momento fue exiliarse, lo que hizo solo por dos años.
Lo más destacado que nos deja, más allá de una vida ejemplar y sus enseñanzas maravillosas, es lo que el editorialista de El Espectador y otros comentaristas resumen en esta frase: Ayudó incansablemente a la construcción de un país más decente. Continuar en ese empeño es el mejor homenaje que podemos brindarle. Ojalá los togados de los nuevos tiempo, marcando diferencias con los responsables de la crisis actual de la justicia, recojan su ejemplo y sus enseñanzas, para materializar la aspiración que, acorde con su pensamiento, proponemos como visión a largo plazo: Conformar en Colombia un nuevo ethos cultural que nos permita generar nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Puede descansar en paz, porque su vida no fue en vano, ilustrísimo maestro.