jueves, 26 de diciembre de 2013

Educación para convivencia y desarrollo humano

Sin paz no hay convivencia con desarrollo humano, sin equidad es difícil de lograr cualquiera de las 2.
En 2013 hicimos la tarea. En 2014 seguiremos comprometidos con una educación de excelencia para la población más vulnerable y el desarrollo del talento desde la primera infancia. (Nuevo ethos.)
Que el nuevo año traiga paz y prosperidad para todos los colombianos, y que los recursos que hoy se destinan a la guerra se proyecten para la construcción de un país al alcance de los niños.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Un nuevo saludo de nuevo año nuevo

Se suele enviar por estas fechas mensajes con buenos deseos de ¡Feliz navidad! No tengo inconveniente con ello, pero permítanme agregar que esa tradición europea lleva a los colombianos a caer en el tontainatontoronaina, como quien dice hagámonos los tontos, y la mejor manera de hacerlo es engañarse a sí mismo.
Mis mejores deseos son por un feliz relajamiento en navidad y año nuevo de tantas tensiones del tormentoso año que culmina. Y que en 2014 podamos abordar los problemas importantes que, por atender los urgentes, han sido siempre aplazados. Salud, educación y justicia son apenas 3 de ellos. Ojalá que al culminar 2014, ya libres de la violencia guerrerista, podamos poner fin a las otras, pero particularmente las que generan la pobreza de la mayoría, bajo el liderazgo de la corrupción, producto de la mediocridad. A la postre todo tiene que ver con una educación que no es la adecuada. Ojalá que los recursos que ahora se invierten en la guerra mañana se inviertan en una educación, no ya de calidad, sino de excelencia, como reiteradamente se ha sugerido desde esta columna.
No es por amargar la fiesta, pero...Hasta donde tengo noticia,  termina el año sin que se haya avanzado en el terreno oficial sobre el tema de Reforma a la Ley 30 de Educación Superior. Pero si por allá llueve, por aquí no escampa. La Reforma a la Justicia fue un fiasco. Ni qué decir de la Reforma a la Salud. No me ocuparé de estos asuntos tan importantes, para ir a otros más puntuales que llevan a un profundo sentimiento de desagrado y frustración por el año que culmina.El más protuberante es el caso Petro, que tendrá en vilo hasta el año que viene a todo el país. Casi todos los comentaristas, también muchos políticos, coinciden en que, a pesar de los errores cometidos por el Alcalde, al Procurador se le fue demasiado la mano. William Ospina escribe acertadamente, después de señalar que sus errores no tienen nada que ver con el mal que corroe a Colombia, la corrupción:

"La decisión de Petro con los servidores del aseo pudo ser una imprudencia, pero no es un delito. Los grandes empresarios, advertidos de la voluntad de no renovar sus contratos, resolvieron con toda intención no recoger las basuras, aunque es su deber legal prestar el servicio hasta el momento en que se los reemplace. No se trataba de combatir un servicio privado, sino de racionalizar un sistema que debe dar frutos para la sociedad, cumpliendo la ley que ordena formalizar la labor de los recicladores." (Ospina.)
El mejor regalo para el año que viene, añadido al de la paz que todos deseamos: las urgentes reformas, empezando por las de salud, educación y justicia, de cara a un país en construcción que para  lograrlo necesita urgentemente de la paz.
Antes de regresar a las festividades y desearles que las disfruten en paz y armonía, llamo la atención sobre un regalo que podrían ofrecer a quienes se preocupen, si no por el país que fue, por el que debemos construir.


sábado, 21 de diciembre de 2013

Santos y su visita a la U

No cabe duda: es una visita histórica (imagen). Antes de leer comentario, puede verse o leer noticia. El asunto merece análisis más serio que pro o contra.
Independientemente de la posición que se tome, la visita del Presidente de la República en las actuales circunstancias que vive el país a nuestra máxima Alma Máter tiene un profundo significado. Hubiera podido ser mayor, pero el acto en sí, protocolario o como se quiera mirar, es un hecho histórico.
Más allá de la estampilla con la cual se inyectarán recursos a las universidades del Estado, durante los primeros 5 años en un 65% para la Universidad Nacional de Colombia, el contexto de los
Diálogos de Paz
 le da a la visita una mayor trascendencia. Santos supo aprovechar el momento para recordarlo:
“Si en medio del conflicto, estamos haciendo estos esfuerzos, pues imagínense la cantidad de recursos que podemos dar hacia la educación si logramos terminar el conflicto”. Poco antes en su discurso había dicho algo que cualquiera de nosotros hubiera podido afirmar: si logramos la paz y podemos ir desviando los recursos que están destinados a la guerra y dárselos a la educación, este país va a cambiar fundamentalmente. El resaltado sobra decir que es mío, porque comparto plenamente esa sentencia. Es por eso que siento que en los puntos de negociación de La Habana no se tomó en cuenta uno crucial: la educación del futuro. Tal vez no le hemos dado la importancia que tiene en plena Era de la Información, en las llamadas Sociedades del Conocimiento (insisto: debería decirse del aprendizaje), para construir una Sociedad de la Sabiduría, el tipo de educación que debería primar. Más allá del puesto que ocupemos en las Pruebas Pisa u otras que se le parezcan, tener una sociedad funcional (dedicaré un espacio especial a ese concepto) es la aspiración máxima de un desarrollo a escala humana. Y la Universidad Nacional de Colombia, con todo su potencial, podría hacer contribuciones en las dos direcciones: para que las negociaciones lleguen a buen término, para que el postconflicto no nos lleve de nuevo a la guerra y para que podamos conformar el nuevo ethos que proponía la Misión CED, a lo cual nos hemos referido bastante en columnas anteriores.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Visita de Santos a la U

Creo conveniente pegar algunos párrafos de la noticia publicada por Unimedios hoy:
Bogotá D. C., dic. 20 de 2013 - Agencia de Noticias UN- En un acto histórico en la Universidad Nacional de Colombia, el presidente de la República, Juan Manuel Santos, sancionó la Ley Estampilla Pro UN y demás Universidades Estatales de Colombia desde el emblemático auditorio León de Greiff.
La ceremonia –en la que se hicieron presentes María Fernanda Campos, ministra de Educación Nacional, los exrectores de la U.N., los decanos y demás directivas de la Institución– inició con el himno nacional, a cargo de la profesora Ángela Simbaqueva y la pianista Mariana Posada, y siguió con las palabras del rector Ignacio Mantilla Prada.
En su discurso, el Rector expresó que la asistencia del presidente Juan Manuel Santos a la Universidad no tiene precedentes. “Es el primer mandatario que preside un acto en este auditorio de la Alma Máter de los colombianos, que se encuentra en el seno de actividades académicas y culturales, pero asimismo de manifestaciones y movilizaciones estudiantiles que transmiten el ideario de la comunidad universitaria".
Según el profesor Mantilla, el proyecto no tuvo ningún voto en contra ni traba alguna. “La ministra Campo estuvo apoyando esta iniciativa, una idea nueva y audaz para solucionar el problema de la infraestructura”, y que constituirá la inversión más importante en esta materia en los últimos 50 años”.
Durante su presentación, el rector Mantilla hizo una presentación audiovisual en la que se mostraron los proyectos más importantes de la Institución, entre ellos, el de la construcción del Hospital Universitario.
Entre otros aspectos, mencionó que desde el Campus Santa Rosa se realizará la investigación en medicina más grande que tenga Colombia. Este contará con un edificio de Enfermería que atenderá diariamente a  6.800 estudiantes, y cuyo costo es de 25 mil millones de pesos; un edificio de Salud, que requiere una inversión de 10.000 millones; un edificio de Doctorado, para cuya construcción se requieren 30.000 millones de pesos. 
De igual modo, se construirá un Parque Deportivo, se recuperarán los andenes perimetrales y la cafetería central para la Sede Bogotá. En total, todas estas inversiones suman 1,4 billones de pesos.
En Medellín, por su parte, se construirá la cafetería en Robledo y el Volador, se reforzarán los edificios antiguos y se construirán nuevos laboratorios, cuya inversión suma 200 mil millones de pesos.
El campus El Cable (en Manizales) se va a renovar y el campus Palogrande contará con un nuevo edificio de Bienestar, para lo cual se invertirán 100 mil millones.
Igualmente, en Palmira se harán inversiones por 100 mil millones de pesos, y en las sedes de frontera, en San Andrés, la Orinoquia y la Amazonia se harán inversiones por 100 mil millones de pesos. 
Después de esta presentación, la ministra María Fernanda Campos y el presidente Santos firmaron la Ley Estampilla Pro UN y demás Universidades Estatales de Colombia, tras lo cual el auditorio estalló en un aplauso.
A las 10:11 a.m., el presidente Santos se dirigió al auditorio. "Qué bueno y qué honor estar aquí, en este lugar que tiene algo de histórico. No todos los días los presidentes vienen a la U.N. y al León de Greiff".
En su discurso, se refirió a las diferentes leyes sancionadas en los últimos días, y mencionó que "sin recursos los derechos fundamentales de los ciudadanos no pueden ser garantizados".
En cuanto a la educación superior, dijo que existe “un gran cuello de botella” en el que están haciendo grandes esfuerzos. Y señaló que en el caso de esta estampilla lo que se recaudará son 5 billones de pesos. 
"Qué bueno sería, profesor Mantilla, que también me invite un día a este auditorio para dirimir las diferencias con los estudiantes de la U.N. De eso se trata la tolerancia. Perdonar no es un acto de debilidad, es un acto de coraje", agregó.
Y cerró su intervención agradeciendo a todos los que hicieron posible este avance. "La U.N. se merece todos los recursos que podamos darles. El amor, en la política, se expresa con presupuesto". 

El Presidente visita la U

No es usual que el Presidente de la República visite alguna de las instalaciones de la Universidad Nacional de Colombia. De hecho es inusual que lo haga, al menos en el Campus de la Antigua Ciudad Blanca.
La representación profesoral se ha manifestado en contra no propiamente de la visita del Primer Mandatario sino del procedimiento utilizado por el Señor Vicerrector de Sede para evitar que la visita fuera conocida previamente por profesores y estudiantes. Es una pena, porque a la postre el fin de la visita era sancionar la ley por la cual se creó la Estampilla pro Universidades del Estado, acto que se realizará en el Auditorio León de Greiff. 
Para nadie es un secreto la complejidad del plan operativo y las dificultades que envuelve una visita del presidente en ejercicio a la Ciudad Universitaria. Se sugirió por parte de la representación profesoral que esa visita se hubiera realizado en alguna de las instalaciones externas al Campus, en especial el Convento de San Agustín.
No me consta que Santos haya sido un gran defensor de la Universidad Nacional, como sí lo fue el presidente Alfonso López Pumarejo. Los terrenos por este asignados al Alma Máter fueron muchos más que los que conforman la "Ciudad Blanca" de hoy; muchas hectáreas fueron arrebatadas. También son conocidas las pretensiones de la Empresa Virgilio Barco Vargas, la cual, con apoyo del Estado, intenta apoderarse de una parte vital del Campus, entre ellas la de la Clínica Santa Rosa en construcción y del antiguo "Uriel Gutiérrez".
Sería apresurado  juzgar los efectos de la visita antes de que se produzca, seguramente sea algo más que el acto protocolario mismo . En sí misma, la visita es muy positiva bajo las circunstancias actuales de diálogos de paz, mas no la forma en que se dio a conocer, no propiamente la más adecuada. Me temo que muchos de los resultados positivos de la intempestiva visita se echen a perder precisamente por no haber hecho partícipe al profesorado de tan importante acontecimiento. Con un poco de imaginación, extrapolando escenarios de «Diálogos de Paz en La Habana» al Alma Máter, la visita se pudo pactar de otra manera, no a espaldas del profesorado. Mucho menos causando los traumatismos que señalan los representantes profesorales.
(Después de escrita esta columna nuestra agencia de noticias publicó: protocolo. Una parte puede verse en el último blog, primera entrada, Visita de Santos a la U.)

domingo, 15 de diciembre de 2013

Tomás Alejandro Ordóñez de Torquemada

«El martillo de los contradictores, la luz de Colombia, el salvador de su país, el honor de su iglesia»
No encontré en la red su hoja de vida, pero con el segundo apellido ligeramente modificado (mal-donado) y solo su segundo nombre sí existe. Hace honor al encabezamiento, tomado casi literalmente de un periodista (se denominaban cronistas) de su época, Nicolás de Olmedo. No me voy a referir a él, honor que no merece, pero quiero destacar 3 columnas, de las muchas (al menos cientos, si no millares), de prácticamente todos los comentaristas y formadores de opinión, entre las cuales no he encontrado alguien que le defienda, al menos abiertamente. ¡Sí hemos progresado en la opinión en este país del Sagrado Corazón!, aunque no mucho  en la solución de los problemas más agobiantes.
Una de las columnas proviene del profesor Rodrigo Uprimny. Transcribo el primer párrafo:
"Es posible limitar los mayores riesgos institucionales de la Procuraduría y los peores excesos personales del procurador Ordóñez sin necesidad de reformar la Constitución; basta una corta ley de tres artículos." Recomiendo tenerla en cuenta a los que pueden aportar soluciones.
La otra es del periodista Alfredo Molano. Leerla nos ayuda a entender cuál es el fondo del problema.  Agrego el editorial de El Espectador, encabezado
¿Y Colombia?
"Deplorable, desde donde se le vea lo que sucedió esta semana que termina: el procurador Alejandro Ordóñez, como ya nos acostumbró con el uso taimado de ese poder exacerbado que tiene su cargo, tomó la decisión de destituir al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, cortándole de tajo su carrera política durante 15 años. Un castigo fuera de toda proporción.
Y éste, con claro afán megalómano, decidió atrincherarse en el Palacio Liévano a levantar discursos incendiarios que, como el fallo, en nada ayudan a que se consolide una democracia sana en este país.
Ahí están pintados nuestros líderes, si es que la grandeza de ese término aplica. Así son. Que se serene el uno, que no crea que la indignación social se puede confundir con una ira colectiva peligrosa y dañina. Y el otro, que entienda que ya fue suficiente: el procurador Ordóñez, con esta decisión, colmó la paciencia de muchos sectores, y no sólo de sus críticos. Calculó mal. Creyó que podía seguir estirando la cuerda de su particular manera de utilizar el poder omnímodo de la Procuraduría para acabar con sus enemigos políticos o ideológicos, pero se le reventó. La democracia, por fortuna, cuando se abusa del poder hasta el extremo, como en este caso, pasa su cuenta de cobro. Y lo mejor que podría hacer, para evitarle más daños al país, sería abandonar prematuramente su segundo periodo.
Con toda seguridad, esa posibilidad ni siquiera pasa por su mente. ¿Y por qué, si ha hecho lo que ha querido y no ha tenido costos? Llegó a esta institución tan malsanamente poderosa con el apoyo de, incluso, quienes están en el otro extremo de su pensamiento: el propio Petro, el Partido Liberal... Y por si fuera poco, después de un primer período donde ya había sido patente el tamaño de su sinuosa utilización del poder para atacar minorías lejanas a su credo, beneficiar a sus copartidarios conservadores y ser implacable con sus contrarios, se presentó a la reelección y apenas un par, casi nadie, en el campo político se atrevió a oponérsele. Ni siquiera el Gobierno, que hoy mira atónito, le teme, y sufre de su empeño en echarle a perder el proceso de paz, fue capaz de proponer a un candidato fuerte en la terna de uno que terminó siendo la de Ordóñez. Inaudito. La institucionalidad del país rendida a los pies y a los caprichos de un malsano personaje.
Esa es la categoría de nuestra dirigencia, dedicada a la pequeñez de sus batallas personales. Porque este episodio es el más grave, mas no el único, de una larga lista de confrontaciones que no tienen otra característica que el egoísmo: ahí hemos visto al expresidente Álvaro Uribe trinando de la ira contra el gobierno de Juan Manuel Santos y a éste echando a la basura su karma inicial de “no pelear con Uribe”. O a los expresidentes Andrés Pastrana y Ernesto Samper, y de paso y por ellos, también a César Gaviria y a Horacio Serpa, recayendo todos en una pelea deplorable por hechos de hace 20 años. O a la contralora Sandra Morelli y el fiscal Eduardo Montealegre ventilando en público, más que sus reclamos jurídicos, el desprecio que se tienen mutuamente. ¿Y Colombia qué? ¿Se ha detenido alguno a pensar a dónde nos están llevando y cuáles son las consecuencias de sus particulares luchas políticas? ¿Puede alguno creer que sus batallas menores sirven para la construcción de un mejor país?
En momentos límites como este al que hemos llegado es cuando las sociedades deben demostrar su grandeza para corregirse. Bien han comenzado para detener el arbitrio. Pero para llegar a buen puerto necesitamos desarmar las almas y mandar al diablo los personalismos. Y en eso, ¡vaya si nos hace falta! Ojalá no sea demasiado tarde para concentrarnos y unirnos alrededor de propósitos comunes. El país lo merece."
Por la red podrán encontrar los lectores voces airadas y comentarios de todo tipo en los que nuestro "moderno dictador" no sale bien librado. Es difícil evaluar las consecuencias de tan deplorable suceso. Los comentarios salen sobrando. Más que el ¡Petro se queda!, con el que estaría de acuerdo así haya mucho que criticar a un alcalde que no es propiamente modelo de raciocinio desapasionado, debe imperar el ¡por favor, inhabilítese, procurador!, ya basta de quemar impíos, Señor de Torquemada, o ¡váyase al infierno!

sábado, 14 de diciembre de 2013

Reflexiones post Elecciones en la U

La participación en las recientes pasadas elecciones en la U aumentó considerablemente. Si a eso contribuimos, bienvenida sea una honrosa derrota. Pero quedan por examinar varios puntos, ajenos al trajín de una campaña que a la postre no redunda en resultados muy visibles. Por algún tiempo, a lo mejor durante este bienio, dedicaré algunas columnas provisionales a dar opiniones críticas y constructivas alrededor de ciertas inquietudes que resultan de una lectura desapasionada de los resultados.
Lo primero que cabe resaltar es la apatía. Si bien hubo una participación cercana al 40%, ¡ganó la abstención! Puede decirse que en ocasiones anteriores ese triunfo de la apatía fue mayor. Pero esto no explica el origen de ella misma. El desinterés puede deberse a varias cosas; trataré de enumerar algunas.
Varios colegas nos escribieron protestando por el lamentable espectáculo que presentamos los últimos días, particularmente el de las elecciones. Tuvieron toda la razón, y eso pudo alejar a algunos potenciales votantes, ignoro el porcentaje. Otros más se negaron a votar por la Plancha No. 2 porque el puesto principal lo ocuparía un colega de Medellín; con esta actitud no estaría en nada de acuerdo. Algunas colegas tomaron en serio lo de la representación de género, espero que no hayan sido muchas, porque ni machismo ni feminismo deberían ser argumentos en la academia, así lo hayan sido en el pasado. (No hace siglos a las mujeres no se les permitía acceder al cargo de profesoras, mejor dicho, profesor universitario era rigurosamente masculino, por increible que parezca. Afortunadamente eso ya no ocurre, al menos en nuestra Alma Máter, hasta donde tengo información.)
Pero estas consideraciones son en gran medida innecesarias. Lo verdaderamente preocupante es ese 62% apático en un medio como el nuestro. Si investigamos a fondo, la apatía para participar no es solamente en un proceso electoral, que a la postre resulta secundario si se tiene en cuenta que el voto profesoral puede convertirse en (no digo que lo sea) un saludo a la bandera ¿Nos importa la Universidad con mayúscula realmente? ¿Cuál es el papel que le asignamos a la Universidad Nacional de Colombia o cuál debe ser su papel, más allá de tener una nómina de profesores muy distinguidos? Me temo que un alto porcentaje de nuestros colegas tiene este encargo (debo resaltar que no es solamente cargo) como una actividad que bien podrían desempeñar en otra universidad del mundo o, todavía peor, en cualquier universidad privada. Por supuesto, cuando tomamos posesión no nos obligan a jurar (mucho menos por Dios y por la Patria, como otrora ocurría) cumplir con la misión y la visión, pero deberíamos tenerlas en cuenta. El papel principal de nuestra Universidad, más importante de enmarcar en el contexto latinoamericano local que en el denominado contexto mundial global, no puede perder la perspectiva de nación, nación en construcción en un país de regiones muy diversas y de composición aun más heterogénea, con altas falencias (léase inequidades) en aspectos fundamentales, entre ellos salud, educación, vivienda, justicia...
Quizá nuestra Alma Máter marche hacia una composición más homogénea, en términos de formación de su profesorado, un alto porcentaje de docentes con doctorado y postdoctorado. A mi modo de ver, la heterogeneidad ha aumentado, no hacia la universalidad, sino hacia la individualidad, en donde escasamente importan los intereses de grupo. Combinar esa individualidad con la universalidad parece todavía más difícil que hacerlo glocalmente.
(Agregaré más reflexiones, con un poco más de tiempo, más adelante. Gracias.)

jueves, 12 de diciembre de 2013

Caminos de reconciliación

Como lo advertí en la invitación a leer esta columna, ella es puramente circunstancial, aunque el tema al que quiero referirme es un tema de gran trascendencia para el futuro de Colombia, para el de nuestra Universidad Nacional de Colombia y, por ende, para todos los colombianos. Ya lo he tocado en ocasiones anteriores. Para el caso lo resumo de esta manera:
Valoro, como seguramente ocurre con la mayoría de mis ilustres colegas, los denominados Diálogos de paz. No sabemos en qué van a terminar, nadie lo sabe, se ponen a diario palos en las ruedas para que no progresen y es indudable que tienen muchos enemigos. Pero avanzan, a pesar de todo. A lo mejor es preferible que avancen a paso lento. Nuestra Alma Máter, creo sinceramente, debe prepararse para esos supuestos tiempos de paz, los cuales casi todos miran con escepticismo. Sabemos por experiencias dolorosas del pasado que habrá, de prosperar y culminar exitosamente los diálogos, muchos intentos por sabotear los siguientes pasos, indispensables en el camino hacia la reconciliación. Con esta premisa de por medio, mal haríamos en generar ambientes de discordia en los escasos espacios en que se respira democracia. Siempre van a existir sutilezas del lenguaje, siempre va a haber imprecisiones, siempre podremos exigir la aclaración a expresiones que se dejan sin mayor explicación. Los invito cordialmente a que no miremos el pasado reciente. Si echamos una mirada a varias décadas atrás, encontraremos que hubo tiempos más difíciles que los presentes desde el punto de vista político. Recuerden, a modo de ejemplo, la dolorosa del ilustre Luis Duque Gómez, q.e.p.d., no conocida por la mayoría de los docentes de hoy.
De aquellos tiempos difíciles surgieron las asociaciones que tenemos hoy, ASPU y APUN, a las cuales orgullosamente pertenezco. ¿Por qué, como un camino hacia la reconciliación nacional, no tratamos de fortalecer esas asociaciones sindicales y gremiales, que mucha falta nos hacen, y buscamos que cada una de ellas cumpla con sus funciones más específicas, a la vez que tratamos de ponemos de acuerdo sobre lo que debe ser una representación profesoral para la inmensa mayoría del profesorado? No quiero en modo alguno que se tome la imagen que yo tengo de ella, o la suya profesor Acosta, cuyo paso por el Consejo Superior fue de indudable importancia, o la de alguien más, por importante que sea.
Un senado o remedo de senado de profesores tiene que empezar por una discusión muy sólida en donde se establezcan principios y reglas del juego que permitan mirar hacia adelante con optimismo. Sobre esto hay mucha tela que cortar, como la hay alrededor de una nueva y urgente reforma académica y otros temas importantes que por hoy prefiero no traer a colación.
Dejemos de lado discusiones inútiles (pueden ser importantes, pero por ahora no conducen a nada). Estoy seguro que la mayoría del profesorado se puede poner de acuerdo en algunos principios mínimos que, de ser respetados, garantizarán el libre ejercicio de la opinión argumentada, indispensable en su rica diversidad para que prospere un ambiente verdaderamente académico.
Gracias por la amable atención de quienes visitaron este espacio de opinión que quisiera enrriquecer con las de todos ustedes.

El futuro y la Universidad Nacional

Ya libre del compromiso que hubiera tenido que adquirir (los colegas de nuestra Alma Máter me entienden), vuelvo a insistir con las reflexiones sobre el papel de la Universidad Nacional de Colombia en uno de los países más inequitativos del planeta. Posteriormente volveré sobre las anteriores.
En una columna previa quise comparar los logros de Mandela con los fracasos en Colombia, es decir, la falta de liderazgo en nuestro país, en contrasta con Suráfrica. Después de 22 años de la Constitución del 91, no hemos logrado cambios trascendentales. Seguimos empeorando en salud, educación, justicia y otros temas pendientes. La reforma a la salud sigue por mal camino, pruebas recientes en educación, nacionales e internacionales, indican que no poseemos la mejor arma para transformar la agobiante realidad, y en cuanto a la justicia, el poder omnímodo del procurador es un reflejo de lo que pasa, para no citar casos recientes de corrupción en donde menos debería existir.
¿Qué tiene que ver la universidad con todo esto? Mucho, en la medida en que puede aquí germinar el nuevo ethos por el que se viene clamando desde hace 20 años, indispensable desde hace más de un siglo. Una propuesta sensata sería plantear alternativas revolucionarias, siglo XXI, en un sentido moderno, que nos permitieran una nueva visión de país, podría llamarse Visión 2019, con miras al II Centenario de la llamada Independencia Política.
Este espacio lo quisiera destinar a menudo a propuestas desde la educación superior, promovidas en la Universidad Nacional. De ahí la denominación de la columna de hoy, apenas un abrebocas. Gracias por su atención y bienvenidos sus comentarios.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La educación es el arma más poderosa

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”
Sea esta cita una de las múltiples formas en que hoy se rinda homenaje al inmortal líder sudafricano. Muchas otras frases sabias que brotaron de su filosofía de la vida y de su lucha de toda una vida por la paz en la justicia e igualdad de derechos pueden encontrarse en la red. Agrego una más que  motiva esta columna: 
“No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que se trata a sus niños.”
 Hoy, en el siglo XXI, la educación esencial no es solamente la de primera infancia, preescolar y básica primaria, más secundaria o incluso media en los países que han logrado garantizar esta última. Hoy el medio difícilmente puede transformarse sin educación superior. Pero si la calidad de la educación terciaria o posterciaria es pobre, más pobre aún serán los resultados obtenidos en términos de la transformación que se busca. ¿Podrá hablarse de una educación superior de calidad si la básica y media son menos que mediocres? Salvo algunos colegios de élite y más pocos aún de carácter público, en Colombia la escuela brilla por su mediocridad. Para muestra, un botón. La educación superior es igualmente pobre.
Si nuestra Alma Máter quiere brindar la educación superior de más alta calidad, llamémosla de excelencia, en donde ética y excelencia coincidan, y no concibo que pueda ser de otra manera, no deben dejarse de lado los niveles anteriores, particularmente en las regiones en las que el Estado se ha caracterizado por su negligencia y los políticos se han distinguido por su corrupción.
El PEAMA (Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica) es un programa que debe constituirse en emblema de nuestra educación, a todos los niveles, en las regiones de la periferia en un país de la periferia global como es Colombia. Aquí el apartheid de corte racista aparentemente no ha existido, pero es evidente que lo hay si nos atenemos al significado del término, separación o segregación de cualquier tipo. Las zonas o regiones de alta población indígena o negra u otras minorías, o pobre y otras mayorías, se caracterizan por una muy pobre educación. Y todos los días se denuncian manejos indebidos de los recursos a ella destinados.
El mejor homenaje que desde la Universidad Nacional de Colombia podemos rendir a Nelson Mandela es  tomar en serio sus frases alrededor de la educación, de la niñez y, por ende, de la juventud transformadora. Los docentes del Alma Máter nos debemos íntegramente a esta tarea, si es que la Misión y la Visión del alma Máter las tomamos en serio. (En la visión se proclama explícitamente: influir en el Sistema de Educación Pública, sic.) Como representante de la Corporación Buinaima, a la que pertenece la Universidad Nacional como su más prestigiosa Institución Honoraria, hago un llamado en ese sentido.