Casi todos los columnistas y personajes colombianos, hasta Uribe (su discípulo, qué ironía), también extranjeros, han lamentado la muerte del ex presidente de la Corte Constitucional, el ahora inmortal Carlos Gaviria Díaz.
Y es que la inmortalidad consiste en eso: ser grande hasta el fin de los tiempos. También en algo más: alumbrar el camino de las futuras generaciones. Por eso se conmemora todos los años la muerte de Jesús de Nazaret. Coincidencialmente Gaviria falleció en una Semana Santa, y en plena crisis de las Altas Cortes. De sus cenizas surgirá una justicia que no solo llegue sino que ni siquiera cojee. Es bueno recordar los versos de Monaiya Jurama, aquellos que sirvieron para refundar a Buinaima, rigurosamente aplicables en el caso del Inmortal Maestro recientemente fallecido:
¿Por qué será que estoy en este cuento?
quizá porque soy un Buinaima,
un espíritu que recorre caminos extraños
y desconocidos en la infinidad del saber
para iluminar un poco, tan siquiera
como un hilo de luz
que ilumina el sendero
de sus hermanos generacionales.
Por ahora no vamos a agregar más, aunque vale la pena leer o escuchar lo que otros han escrito o dicho sobre él, por ejemplo, su otrora discípulo, nuestro querido colega Mauricio García Villegas.
(Para más detalles sobre su vida y obra invito a leer la entrada anterior que encuentran a continuación.)
¡Descansa en paz, querido maestro!
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