…LA EDUCACIÓN SERÁ EL ÓRGANO MAESTRO
Es
indudable que muchas circunstancias dificultarán el tránsito hacia la paz, o
mejor, hay actores que se benefician de la guerra. Desconocerlos no disminuirá
su riesgo; por el contrario, identificarlos nos ayudará a crear las bases para
una verdadera paz. Creer que la paz llegará con la refrendación de los acuerdos
en La Habana es ingenuo. No aprovechar el momento histórico para un “punto de
quiebre” hacia el futuro de Colombia es estúpido. Sobrada razón le asiste a
John Carlile, escritor y periodista británico, al comparar el “oso” (fue peor)
que hizo el Reino Unido cuando dejó la Unión Europea, con lo que ocurriría en
Colombia de ganar el NO (sería mucho peor), para afirmar: “Nada disolverá la percepción universal
de que Colombia es un país retrógrado y absurdo si sus
habitantes niegan su apoyo al acuerdo final para la terminación de medio siglo
de conflicto con los narcodinosaurios de las Farc y la construcción de una paz
estable y duradera.” Por desgracia, la sola refrendación no es suficiente, es
apenas un primer y tímido paso, pero muy importante. La violencia política acumula por lo menos otro
tanto de lo que dice Carlile, porque no se inició con las Farc. Hoy las causas
principales son la inequidad y la ineficacia del sistema educativo.
Prometí en mi anterior
columna escribir sobre la importancia de la educación y la ciencia en el
desarrollo y la paz. Empezaremos en esta por la educación y la pedagogía, para examinar el
papel de la ciencia en la próxima entrega. La primera tarea del educador y del educando, del abuelo al bisnieto, del amigo a su parcero es discutir el tema. Preocúpese aquel que en su corazón no encuentre albergue para el campesino humilde que se convirtió en guerrillero por la fuerza de los hechos y no siente que otra oportunidad es posible.
La bala
convertida en boli (bolígrafo), símbolo que entregara el presidente
al líder político de las Farc, es una brillante ocurrencia del diseñador al comparar el salto
que debe darse para cambiar de la historia de violencia secular a la
perspectiva de un desarrollo que pueda ser humano, integral, equitativo y
sustentable, a partir de la educación. Los beneficiarios no serán solamente las
nuevas generaciones de colombianos, también el medio ambiente, en el que podrán
convivir en armonía. La educación de excelencia con equidad dentro de una pedagogía para la
paz será la mejor apuesta. Los guerrilleros reinsertados no van a ser quizá (o tal vez sí) los
mejores exponentes de esa pedagogía, pero tampoco pueden serlo (esos sí que no) los políticos
corruptos que abundan por doquier en nuestro medio; es a partir de los más
destacados centros de enseñanza que tiene Colombia desde donde se generen esos
espacios para un cambio gradual que transforme las prácticas políticas y que
tomará al menos medio siglo. En cambio sí los primeros podrán aportar toda su
experiencia en el manejo de los asuntos del campo, cuando se les brinde la
oportunidad de la reincorporación a la vida civil a través de la
educación, oportunidad que antes no tuvieron.
Habrá que mirar todavía más atrás, para entender
lo que pasó en todos esos años que condujeron a una ruptura del tejido social,
a la fallida configuración del Estado-Nación, a las guerras civiles que llevaron
al desencadenamiento de la violencia bipartidista, a los siglos transcurridos
sin que se diera solución al problema agrario.
Pero sobre todo habrá que estar atentos a evitar
las prácticas que justifican lo ilegítimo. La restitución de tierras a las víctimas es la primera
tarea que debe acometer el Gobierno, ejemplo que debe ser seguido por la guerrilla. Las instituciones responsables de la
educación, en su conjunto, la de la eliminación de aquellas prácticas, lo que
no se logra con la simple legislación, reemplazándolas por otras que permitan
la convivencia social y la competitividad a nivel internacional. Sobre las
primeras, vale la pena examinar lo que nos dicen Abel Rodríguez, ex-secretario
de Educación de Bogotá, en el fascículo de la Revista Internacional Magisterio,
destinado precisamente a examinar el papel de la escuela en la paz,
y en el mismo fascículo
(81), la entrevista hecha a Marieta Quintero, coordinadora del colectivo
Educación para la paz.
Sirva lo anterior como pretexto para repensar la
educación. Ella ha sido el gran fracaso a nivel mundial y en Colombia mucho más.
Hoy el Estado debe ofertarla acorde con los nuevos tiempos y en consonancia con
las necesidades del momento. Quienes pueden guiar al Estado en esa tarea,
repitámoslo, son los mejores centros de enseñanza. Me asiste el temor de que
estos no se han preparado adecuadamente para ello. Hemos esperado pasivamente a
copiar los modelos que nos vengan desde los países que han logrado cierto
bienestar y cierto grado de desarrollo, confiando en que al trasladar esos
modelos espontánamente se resuelva el problema. Nada es más utópico. Una
gran contribución de la academia a la paz está precisamente en el aporte que
pueda hacer a la educación para el futuro y a las pedagogías de paz: desarrollos propios de estas últimas tenemos a granel, basta buscarlos para encontrarlos, y mejorarlos en lo posible.
NOTA DE POST SCRIPTUM: Después de divulgado este blog, fue publicada la columna de William Ospina Votar Sí: la hora de la Franja Amarilla. Nadie más autorizado que el autor de ¿Dónde está la franja amarilla? para invitarnos a construir el país de la Franja Amarilla.
NOTA DE POST SCRIPTUM: Después de divulgado este blog, fue publicada la columna de William Ospina Votar Sí: la hora de la Franja Amarilla. Nadie más autorizado que el autor de ¿Dónde está la franja amarilla? para invitarnos a construir el país de la Franja Amarilla.
«Sólo un movimiento social nuevo, que ame esta tierra nuestra, que busque de verdad la reconciliación, que quiera verdadera justicia preventiva, es decir, justicia social, que incluso les dé una nueva oportunidad a los que nunca la tuvieron; que ponga el agua, los bosques, las energías limpias y el final de la pobreza en el primer lugar de la agenda, y que ponga a Colombia en el planeta, podrá pasar la página del país de las guerras que se bifurcan, y empezar a construir el país grande que todos sabemos que existe, que existe y que espera, el país de la Franja Amarilla.»
De acuerdo con la necesidad de una pedagogía para la paz; para eso (y para evitar la importación de modelos educativos, no todos los "mejores" modelos) requerimos una identidad, un reconocimiento de nuestra idiosincrasia y nuestra historia, un reconocimiento de los problemas de siempre (entre los más importantes, la democracia en el campo, la ausencia de una reforma agraria). Nuestro capitalismo ha sido uno de los peores entre todos: excesivamente ambicioso, egoísta, prepotente y violento. Puede que sea necesario, pero por la vía que se desarrolló no vamos a ningún lugar. Hay mucho qué enseñar.
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