sábado, 8 de octubre de 2016

LA PAZ AMADA, AUNQUE DISTANTE. Para una larga jornada...

...dar el primer paso es fundamental.
Todos queremos la paz, mas es preciso reconocer que la educación es el primer paso para no repetir la historia de violencia y corrupción que alimentan la pobreza, la inequidad, la injusticia y la ignorancia, aunadas a la depredación. En una publicación de Semana cuyo espíritu comparto, se imputa el triunfo del NO al fracaso de la educación colombiana. Dice el autor (Julián de Zubiría) en el primer párrafo:


"Un país en el que 3 de cada mil personas saben leer de manera crítica no se mueve por las ideas, sino por emociones primarias como el miedo, la ira o la venganza. Un país en el que la mitad de los jóvenes que viven en zonas de conflicto dicen que atropellarían a los demás si eso les produce beneficios muy difícilmente logrará reconstruir el tejido social y la confianza. La oposición comprendió a cabalidad estas ideas tan sencillas en la pasada contienda del 2 de octubre en torno a la paz y para sacar a flote esas emociones primarias construyó una argumentación elemental basada esencialmente en tres falacias. ..."

La primera afirmación es controvertible: muchas de nuestras poblaciones más vulnerables no leen de manera crítica, pero es indudable que no las mueve la ira o la venganza, aunque sí actuarán por miedo al capataz o al gamonal de turno o a la autoridad, legítima o no, que le imponga su punto de vista. Esas han sido las principales víctimas de la violencia casi centenaria, si se incluye la bipartidista que dio origen a las FARC. A pesar de eso, fue la población más favorable al perdón durante la controvertida consulta. La segunda afirmación describe mejor a la población citadina, fácilmente proclive al arrebato irreflexivo, más que a la campesina. Lo de las 3 falacias, particularmente 2 (Colombia en manos del castrochavismo y ausencia de una guerra civil, ¡qué cinismo!) es bastante cierto, pero quizá valga la pena tener en cuenta otras falacias, como las que expresa en la misma revista el politólogo y sociólogo Ariel Ávila, particularmente la ideología de género, una tergiversación del escándalo en el MEN que probablemente provocó algunos de los millones de votos por el NO. Esta es su conclusión:
"En últimas ellos (Uribe y Ordóñez) prometieron una renegociación sabiendo que era imposible y ahora lo que les queda es dilatar y ganar tiempo, manteniendo el caos político hasta el 2018, año en el que ellos aspirar a ganar las elecciones de nuevo."
Lo cierto es que ahora los victoriosos del plebiscito no proponen alternativas que sean viables para ambas partes. Esto nos lleva otra vez al punto de partida.  
No es mi interés entrar hoy en los detalles, pero es evidente que una población bien informada no puede caer en los engaños de los promotores del NO. Ahora bien, la información no es suficiente, se requiere formación y también conocimiento. Explicar el alcance de los acuerdos a una población mal informada, con poca formación y escaso conocimiento es tarea difícil.
El problema de la educación puede ser el origen de los graves flagelos que afligen a nuestra nación. La meta para el 2025, Colombia la más educada, no solo es una utopía, es un distractor. Como reto está bien, pero un cambio generacional, que es lo mínimo indispensable, no se logra en 8 años. Una consulta seria no se ha hecho para al menos  formular el próximo PLAN DECENAL DE EDUCACIÓN, a lo cual está obligado el Gobierno por ley, para dar continuidad al anterior. Si se hace debidamente, ya estaremos en 2017, justo el año del sesquicentenario de la creación de la Universidad Nacional de Colombia, a dos años de celebrar el Bicentenario de la Batalla de Boyacá. Sentar los pilares de una paz estable, exige pensar en un desarrollo humano que sea a la vez integral, equitativo y sustentable, como lo hemos repetido en diversas ocasiones y como lo propuso y argumentó la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo hace casi un cuarto de siglo.


Si la educación llegara a donde debe estar, no solo tendríamos la oportunidad de disfrutar de otros premios Nobel, como ha ocurrido con los países nórdicos, o incluso países asiáticos que hace apenas medio siglo eran más atrasados que el nuestro. Y no solo en literatura o paz, a lo mejor también en física, química, fisiología... o por lo menos en economía. No nos hagamos ilusiones: el primer paso para lograr la paz es la formación en valores. A eso le hemos llamado, en concordancia con las recomendaciones de La Misión, Conformar un nuevo «ethos» cultural, que genere nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Mas debe quedar claro que ese es solo el primer paso y no será suficiente para el desarrollo que el país requiere en la época de las sociedades del conocimiento, en la era de la información.

¡Nos espera una larga jornada para construir la paz!
Otorgar el Premio Nobel no ha sido más que un guiño, favorecido por la comunidad internacional, un modesto pero significativo empujón. Y la Universidad Nacional de Colombia en su sesquicentenario es el andamiaje imprescindible para la gran marcha. 

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