Advierto que esta columna nada tiene que ver con el concurso, convocado por un canal extranjero, apoyado por un prestigioso periódico local, en el cual poco más de 340,000 colombianos declararon ganador a un (ex) presidente reciente. De haberse realizado la votación en las urnas, de seguro el número de votos que hubiera obtenido habría sido mayor, aunque el número de sus seguidores parece seguir en descenso.
EL GRAN COLOMBIANO es un mérito que se gana con la historia. Esa victoria la denomina Ospina
La pequeña grandeza. Quizá exagere cuando afirma que el personaje "tuvo durante 8 años oportunidad de convertirse en el colombiano más grande de la historia, pero obstinadamente se negó a ello".
Reitero: la trivialidad del concurso es comparable al de las reinas de belleza... o de menor cuantía.
La historia consolidada la recuerdan los expertos, las personas cultas... y el gran público si ha sido
formado en ella, resultado de una educación de calidad, de la cual no disfrutamos.
En ocasiones la historia tiene un gran enemigo: es la historia reciente, generalmente provista de sectarismo, si de política se trata. Para bien o para mal, los recuerdos se van desdibujando. En los casos severos, el problema se denomina
Alzheimer y por ahora no tiene cura alguna. Hay un colombiano mundialmente reconocido que ha hecho grandes esfuerzos por curar esa pérdida de la memoria; se llama Rodolfo Llinás; de tener éxito, caerá sobre él el premio Nobel en fisiología, sin que requiera de campaña alguna. Otro más nos advirtió sobre la pérdida de la memoria, en
Cien años de soledad; eso le valió un premio Nobel en literatura, y todos le decimos simplemente Gabo aunque recordemos muy bien su nombre completo. Si finalmente logra lo que se ha propuesto y por lo que se ha esforzado a lo largo de toda su vida, un colombiano más ganará con seguridad esa presea: Manuel Elkin Patarroyo, por la vacuna que el mundo entero espera. Son
tres grandes colombianos que en el citado concurso estuvieron entre los
candidatos, pero nunca se preocuparon por buscar adeptos.
Buinaima se honra de tenerlos entre sus miembros honorarios.
A pesar de ser físico, o precisamente por eso, últimamente me he interesado por el cerebro humano, en particular por el desarrollo del cerebro en la primera infancia, la niñez y la adolescencia... y por el comportamiento resultante en la edad adulta. Si logramos entender cómo es que se va formando el cableado neuronal en lo que técnicamente se denomina la
nanoescala, habremos dado un paso enorme en la tarea nada trivial de entendernos a nosotros mismos. Hay una condición fundamental para ello: que tengamos memoria. Una característica del colombiano es el olvido. Por algo un escritor, hijo de un
gran colombiano asesinado en uno de esos momentos crueles de nuestra historia, escribió
El olvido que seremos.
¿Recuerda usted que hace 20 años se reunieron
diez grandes colombianos (entre quienes estaban los 3 anteriores) convocados por el (ex) presidente Gaviria, quien dicho sea de paso estuvo entre los candidatos, para que le señalaran a Colombia un nuevo derrotero para el Siglo XXI? Si lo recuerda, usted tiene muy buena memoria. Si no, no se preocupe, ya casi nadie lo recuerda, a pesar de que lo que propusieron pudo haberle cambiado la historia (¿el destino?) a Colombia. Al cabo de un año de arduo trabajo, presentaron al país su primer producto, el
informe conjunto titulado
Colombia al filo de la oportunidad
En el primer capítulo de esa obra histórica Gabo escribía: "Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será el órgano maestro. Una educación inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo mode de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma." He ahí la tarea que tenemos por delante.
Estoy seguro que ahora usted recuerda un poco más, aunque han pasado casi 20 años.
(Le invito a ver la nueva entrada, del 7/07)