domingo, 28 de julio de 2013

¡Basta ya! Colombia: Memorias de Guerra y...

Son muchas las iniquidades e inequidades a las que hay que decir ¡basta ya! en Colombia. Pero entre todas ellas sobresale la que atenta en mayor grado contra la vida misma, un mal ya centenario:
¡la violencia!
El extenso informe (434 páginas), abreviado como ¡Basta ya!, no solo una estadística sobre las víctimas (civiles casi todas) de la guerra (no declarada) en los últimos cincuenta y tantos años, elaborado y redactado por el Grupo de Memoria Histórica, un excelente equipo académico dirigido por el profesor Gonzalo Sánchez, nos deja atónitos y compungidos, por decir lo menos. Y es que todos somos responsables, por acción o por omisión. Culpable principal la dirigencia de este país, la misma en dos siglos de historia republicana, así cambie de forma. Responsables todos por no haber sido capaces de encontrar la forma de poner fin a la causa principal, la injusticia. Si oprobiosa era la carga impositiva de la corona española, al lado de los libertadores surgió rápidamente una clase dirigente mezquina, anodina y antipatriota, falta de identidad y de nacionalismo, pero sobre todo de ética. Así creció socarronamente una cultura ladina e hipócrita, característica de las clases dominantes, que en la vida práctica fue aceptada y copiada por las clases dominadas. Al cabo de un siglo surgió lo que cabía esperar: una violencia que ha ido en ascenso, porque en paralelo a las organizaciones populares en defensa propia crecieron otras para contrarrestar con mayor furor las de los débiles. Innecesario insistir sobre los crímenes horrendos y macabros cometidos por diversas organizaciones armadas, con el propósito adicional de concentrar en pocas manos el dominio sobre las mejores tierras.
Al análisis y las implicaciones de esta MEMORIA HISTÓRICA o MEMORIA COLECTIVA (para que no se olvide) han dedicado sus columnas una buena parte de nuestros forjadores de opinión. EL ESPECTADOR, EL TIEMPO y otros diarios lo han venido haciendo. Destaco la frase final del editorial del primero (25 de julio): "...entender que este país debe ser construido sobre la sangre de sus propios muertos", pero sobre todo entender por qué ha pasado tanto horror y tanta atrocidad y que la sociedad en su conjunto lo haya soportado. Valiosas todas las opiniones que he tenido oportunidad de leer, pedagógica y profunda como casi siempre la del escritor y analista William Ospina, de la cual destaco: "Resulta asombroso que la odiada guerrilla... sea responsable apenas de una tercera parte de los hechos atroces." Las otras dos, agrega, se deben a los paramilitares y a su alianza con "las fuerzas del orden". Termina: "Frente a estas tremendas evidencias de la irresponsabilidad, de la mezquindad y de la pequeñez histórica, no bastará con mostrar ojos asombrados y rostros compungidos. Hay que modificar con urgencia el tremendo cuadro de injusticia y de impiedad en que vivimos, o esperar el martillo de la historia. (Subrayado por mí con el título de su columna, la que recomiendo leer íntegramente.)
He leido con detenimiento las recomendaciones del informe. He leido horrorizado la "Descripción de los hechos" que sustentan las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado Colombiano. He pasado rápidamente por los cientos de registros fotográficos que autentican el informe. No puede quedarse, como tantos otros documentos, en un "Archivo Histórico" que no sea conocido por todos. Esa no es nuestra historia, es nuestra oprobiosa realidad, la que tendremos que sacudir si no queremos vivir otro siglo de vergüenza colectiva.

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