Mientras los
economistas se rompen los sesos buscándole salidas a la «Crisis de la Educación», es posible que la solución la tengamos a la
vuelta de la esquina. De una cosa estoy seguro: no viene de la mano de la
actual clase dirigente en el poder ni de los esquemas economicistas. No creo que llegue tampoco de la mano de la
FARC, o de cualquier otro grupo político o militar que imponga a la fuerza sus
convicciones; estoy convencido que para una solución definitiva, se requiere de la PAZ y de la RECONCILIACIÓN, de la aceptación de
las diferencias, pero dentro del reconocimiento a unos derechos mínimos sin el cual
no tiene sentido hablar de pacto social. Entonces sí no habría disculpa para que lo que hoy se destina a las guerras de todo tipo no se destinara a la educación.
Como la educación se puso de moda, tras los desastrosos resultados de las pruebas PISA, hipócritamente se nos habla durante los debates de campaña de una educación de calidad, de una educación para el desarrollo y de otras maravillas a futuro. Habrá que escucharlos, así fuera solo para comprobar cómo cambian su discurso cuando lleguen al poder. Entre tanto, bien vale la pena dedicar unos minutos a ver y a escuchar a una niña indígena que dejó estupefacto a su auditorio en Nuevo León (México). Ella me llevó a reflexionar sobre cómo debemos educar a nuestros niños y niñas, las nuevas generaciones de colombianos, para que puedan afrontar la responsabilidad mayor de transformar el tipo de sociedad que heredaron. Si con una educación que fuera de excelencia y equitativa (E3), brindando a todos nuestros niños las mismas oportunidades, se les estimulara a desarrollar sus capacidades (talentos, inteligencias o estructuras mentales, como quieran llamarlos) en las primeras etapas de formación y a mantener su entusiasmo por cultivar las 3 virtudes que fueron el foco del desarrollo de otras civilizaciones (belleza, verdad, bondad), podríamos esperar grandes cambios dentro de una o dos generaciones, como los que se han vivido en otros hemisferios gracias a la educación. Lamentablemente no se puede lograr una E3 con presupuestos a la menos 3. Les recomiendo, pues, ver y escuchar a Natalia.)
Como la educación se puso de moda, tras los desastrosos resultados de las pruebas PISA, hipócritamente se nos habla durante los debates de campaña de una educación de calidad, de una educación para el desarrollo y de otras maravillas a futuro. Habrá que escucharlos, así fuera solo para comprobar cómo cambian su discurso cuando lleguen al poder. Entre tanto, bien vale la pena dedicar unos minutos a ver y a escuchar a una niña indígena que dejó estupefacto a su auditorio en Nuevo León (México). Ella me llevó a reflexionar sobre cómo debemos educar a nuestros niños y niñas, las nuevas generaciones de colombianos, para que puedan afrontar la responsabilidad mayor de transformar el tipo de sociedad que heredaron. Si con una educación que fuera de excelencia y equitativa (E3), brindando a todos nuestros niños las mismas oportunidades, se les estimulara a desarrollar sus capacidades (talentos, inteligencias o estructuras mentales, como quieran llamarlos) en las primeras etapas de formación y a mantener su entusiasmo por cultivar las 3 virtudes que fueron el foco del desarrollo de otras civilizaciones (belleza, verdad, bondad), podríamos esperar grandes cambios dentro de una o dos generaciones, como los que se han vivido en otros hemisferios gracias a la educación. Lamentablemente no se puede lograr una E3 con presupuestos a la menos 3. Les recomiendo, pues, ver y escuchar a Natalia.)
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