sábado, 14 de marzo de 2015

En un país cada vez menos ético, es imperativo CONFORMAR UN NUEVO ETHOS

No es mucho lo que debo agregar a la  columna de Mauricio García Villegas, El derecho y la ÉTICA, ésta con mayúsculas y en negrita por la importancia y la pertinencia de su mensaje, parte de la reflexión que quiero enviar hoy a mis posibles lectores, tema que aprovecho para retomar mi blog, abandonado desde hace algunos meses. Si con su apoyo pudiera hacerla llegar siquiera a un millar de maestros en Colombia, me daría por bien servido. Al menos compartiré la reflexión con algunos de mis colegas y de quienes han sido mis estudiantes en el pasado reciente.
Prácticamente ninguna actividad humana escapa por completo a la ética, afirma el profesor García. Soy más enfático en lo que se refiere a la educación, y no concibo ejercer el noble oficio sin mantenerla en alto y enseñarla con el ejemplo. Recuerdo a mis lectores que la razón de ser de  BUINAIMA como proyecto es la de


«CONFORMAR EN COLOMBIA 
UN NUEVO ETHOS CULTURAL»

Ese es (nuevamente) el tema del día de hoy y la tarea prioritaria de la educación del futuro (puede ver texto aquí u obtenerlo en pdf). Llamaron mi atención en su momento las dos frases célebres de personajes oscuros citados en la columna de García Villegas. Ellos, por su responsabilidad pública, deberían preocuparse más por causar una buena imagen, no digamos en su cliente, defendido o asesorado respectivamente (para el caso, Pretelt y Zuluaga), pero al menos en el público en general, para que este pueda creer en la bondad o sinceridad de las palabras. “La ética no tiene nada que ver con el derecho”, declaró cínicamente el abogado de la Espriella, defensor de Pretelt. Ya J.J. Rendón (quien fuera también asesor del candidato Santos) había dicho en su momento que “eso de la ética es para filósofos”. No es, pues, tema que incumba al presidente de la Corte, mucho menos a los candidatos a la presidencia de la República... (por no hacer alusión a ex presidente alguno).
No cabe duda que la ética como práctica política fue mandada a jubilar hace algunas décadas en Colombia, y que solo se invoca a conveniencia, con raseros morales diferentes. Su consigna parece ser esta, concluye García: para mis amigos el debido proceso por encima de la ética y para mis enemigos la ética por encima del debido proceso.
Por las consecuencias que suele tener, duele también que profesores universitarios, más en algunas universidades confesionales, hagan gala de despreciar la ética, como si no formara parte de la enseñanza que imparten desde el aula. No es el maestro o el profesor responsable del actuar y del sentir de sus alumnos, pero todo empieza con el ejemplo si se quiere impactar el pensamiento de quien aprende. El ethos es el actuar espontáneo en la sociedad, al margen de las normas. Conformar un nuevo ethos es generar nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Esa tarea corresponde a la educación, la que desafortunadamente no ha sido todavía pensada para ellos, los niños y las niñas de Colombia, a quienes dejamos no solo un país arrasado ecológicamente, también éticamente.
Por eso habrá que empezar por formar íntegramente al maestro o la maestra, también a los futuros padre y madre, bajo cuya responsabilidad recae esa conformación de un nuevo ethos, más urgente ahora de lo que nunca antes lo fuera.
(Aspiro a que el lector contribuya a difundir estas o similares reflexiones, o a promocionar el debate sobre ellas, por todos los medios a su alcance.)

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