Los casos más recientes tienen nombre propio: Barak Obama y Juan Manuel Santos. El primero anunció durante su campaña que iría a desmontar la Prisión de Guantánamo, un espacio deningrante en un lugar equivocado. Obama terminó su mandato y Guantánamo sigue ahí, tan campante. Pero es más: fue la política equivocada de Obama en el terreno de los inmigrantes (permitió la persecución y hasta la deportación), su mal manejo del Obama Care, y otras concesiones en donde no se pueden hacer concesiones a la derecha reclacitrante, lo que permitió la subida de Trump. Sobre el traspaso de poder Obama-Trump puede arrojarse mucha tinta, lo cierto es que podríamos ir hacia la tercera conflagración mundial, una tragedia que sería mucho pero que cualquiera de las dos anteriores.
Juan Manuel Santos anunció durante su campaña de reelección trabajar incansablemente por la paz. Pero como todas las promesas de personas de su clase, terminan haciendo todo lo contrario. No importa que la paz finalmente haya tenido que ser aprobada por fast track, el hecho de bulto es que esa paz así no nos va a servir. Una paz en la que, sin haberse empezado a la concentración de guerrilleros en las zonas previstas para ello, ya habían visto el asesinato de cientos de líderes sociales.
Ahora le tocó el turno a la educación.
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