miércoles, 18 de septiembre de 2013

DOS DÉCADAS Y DOS DÍAS

Hace dos días se cumplieron dos décadas de la gestación de una propuesta que culminó con la publicación de 7 volúmenes, una "carta de navegación" para Colombia, con planes para un cuarto de siglo. Eso quiere decir que resta solamente un lustro. En columnas anteriores nos hemos referido al primer volumen de la serie, Colombia al filo de la oportunidad. (Haga click en el título para acceder al texto completo.) En la última hacíamos referencia al II tomo, Informes de Comisionados I, Educación para el Desarrollo. A este siguieron Investigación y educación para el desarrollo y Ciencia y educación para el desarrollo. Creatividad, formación e investigación fue el V. Salvo el VI (Derecho, etnias y ecología), todos ellos versan sobre la educación, el órgano maestro para el cambio social. (El VII y último se titula: Educación, ciencia e instituciones.) En palabras del maestro García-Márquez (véase La proclama, primer capítulo del primer volumen, en el enlace suministrado): 

La Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro (resaltado por el autor de la columna). Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética --y tal vez una estética-- para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía. Por el país próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños.
Así culmina una bella página literaria de nuestra historia en la que pocos han reparado. Valdría la pena releer esa Proclama Ninguno de los medios, ni siquiera los universitarios, recordaron el acontecimiento. Digamos para consolarnos que poco importa: recordarlo o no para nada ayuda a resolver el problema centenario de una falta de identidad, o mejor, de la carencia de un ethos. Conformar un Nuevo Ethos  fue en esencia lo que propusieron los comisionados, los "10 sabios" que, hasta cierto punto en vano, invirtieron su tiempo para producir lo que habría podido ser un legado para las nuevas generaciones: 7 volúmenes, de los cuales solo el primero llegó a los anaqueles de algunas librerías.

El Proyecto Ethos Buinaima surgió de allí. Al cumplirse dos décadas de la primera reunión en Palacio de La Misión (16/09/2013), nos propusimos reorganizar a «Buinaima» para que pueda desempeñar más exitosamente su función. En próxima columna nos referiremos a la Corporación Buinaima, como hemos convenido denominarla jurídicamente en el futuro. Volvamos a La Proclama, que fue el punto de partida de la propuesta para el cambio.

La generación de la Independencia perdió la primera oportunidad de liquidar esa herencia abominable. Aquella pléyade de jóvenes románticos inspirados en las luces de la revolución francesa, instauró una república moderna de buenas intenciones, pero no logró eliminar los residuos de la Colonia. Ellos mismos no estuvieron a salvo de sus hados maléficos. Simón Bolívar, a los 35 años, había dado la orden de ejecutar ochocientos prisioneros españoles, inclusive a los enfermos de un hospital. Francisco de Paula Santander, a los 28, hizo fusilar a los prisioneros de la batalla de Boyacá, inclusive a su comandante. Algunos de los buenos propósitos de la república propiciaron de soslayo nuevas tensiones sociales de pobres y ricos, obreros y artesanos y otros grupos marginales. La ferocidad de las guerras civiles del siglo XIX no fue ajena a esas desigualdades, como no lo fueron las numerosas conmociones políticas que han dejado un rastro de sangre a lo largo de nuestra historia. 
Dos cuartillas más adelante agrega:


Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan. Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que  para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita.
Así, pues, no son solo dos décadas cuasi-perdidas, hemos malgastado casi dos siglos de vida republicana, por causa de una dirigencia que continúa aún en La Patria Boba. Reitero como en la columna anterior que debemos "empezar otra vez por el comienzo", como nos lo recordara Gabo una década después de aquel 16 de septiembre.

 

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