lunes, 25 de noviembre de 2013

LA VERDADERA REVOLUCIÓN EDUCATIVA

En los dos períodos del uribismo se nos habló de la Revolución Educativa. Probablemente nunca antes hubo una época con más altos índices de deserción escolar, y un cambio en el enfoque tradicional de la educación no fue en modo alguno la característica. Al final, ante el fracaso afortunado de un tercer período de Uribe, se intentó transferir al santismo una reforma a la educación superior que finalmente fue archivada gracias a una histórica e inteligente movilización estudiantil. Santos I no se caracterizó por invertir en educación lo que se debe invertir; tampoco por propuestas exitosas frente al tipo de educación que se debe impartir.
Santos II, si se no se da el regreso a la caverna (no propiamente la de Platón) o la aglutinación de las atomizadas fuerzas progresistas, pudiera distinguirse por una verdadera revolución educativa, no porque vaya a estar en su agenda de gobierno, sino porque cabe la posibilidad de un movimiento popular, no populista, alrededor de lo que podría ser una  bandera postconflicto, para que no se vuelva a la barbarie, para que surjan nuevas formas de pensar y de actuar que conviertan a Colombia en un nuevo modelo de desarrollo o paradigma, distinto al modelo perverso del narcotráfico, del paramilitarismo y de una guerrilla obsoleta; modelo y formas que pongan fin a la pobreza y la violencia, tan emparentadas, injusticia, intolerancia y discriminación, las tres hermanas, y la hasta ahora imbatible corrupción con todas sus secuelas.
Por brevedad, en lo que sigue adoptaré el mecanismo académico de citar otros escritos que sirvan de referencia. El primero es una, en mi opinión, acertada columna de Álvaro Forero Tascón, Frenar el péndulo, para que no regresemos a lo mismo. El avance en temas sociales que significaría el no retorno del péndulo puede ser la oportunidad para exigir la educación que Colombia se merece hacia la segunda mitad del siglo XXI, para lo cual hay que empezar ya.

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