Como lo advertí en la invitación a leer esta columna, ella es puramente circunstancial, aunque el tema al que quiero referirme es un tema de gran trascendencia para el futuro de Colombia, para el de nuestra Universidad Nacional de Colombia y, por ende, para todos los colombianos. Ya lo he tocado en ocasiones anteriores. Para el caso lo resumo de esta manera:
Valoro, como seguramente ocurre con la mayoría de mis ilustres colegas, los denominados Diálogos de paz. No sabemos en qué van a terminar, nadie lo sabe, se ponen a diario palos en las ruedas para que no progresen y es indudable que tienen muchos enemigos. Pero avanzan, a pesar de todo. A lo mejor es preferible que avancen a paso lento. Nuestra Alma Máter, creo sinceramente, debe prepararse para esos supuestos tiempos de paz, los cuales casi todos miran con escepticismo. Sabemos por experiencias dolorosas del pasado que habrá, de prosperar y culminar exitosamente los diálogos, muchos intentos por sabotear los siguientes pasos, indispensables en el camino hacia la reconciliación. Con esta premisa de por medio, mal haríamos en generar ambientes de discordia en los escasos espacios en que se respira democracia. Siempre van a existir sutilezas del lenguaje, siempre va a haber imprecisiones, siempre podremos exigir la aclaración a expresiones que se dejan sin mayor explicación. Los invito cordialmente a que no miremos el pasado reciente. Si echamos una mirada a varias décadas atrás, encontraremos que hubo tiempos más difíciles que los presentes desde el punto de vista político. Recuerden, a modo de ejemplo, la dolorosa del ilustre Luis Duque Gómez, q.e.p.d., no conocida por la mayoría de los docentes de hoy.
De aquellos tiempos difíciles surgieron las asociaciones que tenemos hoy, ASPU y APUN, a las cuales orgullosamente pertenezco. ¿Por qué, como un camino hacia la reconciliación nacional, no tratamos de fortalecer esas asociaciones sindicales y gremiales, que mucha falta nos hacen, y buscamos que cada una de ellas cumpla con sus funciones más específicas, a la vez que tratamos de ponemos de acuerdo sobre lo que debe ser una representación profesoral para la inmensa mayoría del profesorado? No quiero en modo alguno que se tome la imagen que yo tengo de ella, o la suya profesor Acosta, cuyo paso por el Consejo Superior fue de indudable importancia, o la de alguien más, por importante que sea.
Un senado o remedo de senado de profesores tiene que empezar por una discusión muy sólida en donde se establezcan principios y reglas del juego que permitan mirar hacia adelante con optimismo. Sobre esto hay mucha tela que cortar, como la hay alrededor de una nueva y urgente reforma académica y otros temas importantes que por hoy prefiero no traer a colación.
Dejemos de lado discusiones inútiles (pueden ser importantes, pero por ahora no conducen a nada). Estoy seguro que la mayoría del profesorado se puede poner de acuerdo en algunos principios mínimos que, de ser respetados, garantizarán el libre ejercicio de la opinión argumentada, indispensable en su rica diversidad para que prospere un ambiente verdaderamente académico.
Gracias por la amable atención de quienes visitaron este espacio de opinión que quisiera enrriquecer con las de todos ustedes.
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