sábado, 14 de diciembre de 2013

Reflexiones post Elecciones en la U

La participación en las recientes pasadas elecciones en la U aumentó considerablemente. Si a eso contribuimos, bienvenida sea una honrosa derrota. Pero quedan por examinar varios puntos, ajenos al trajín de una campaña que a la postre no redunda en resultados muy visibles. Por algún tiempo, a lo mejor durante este bienio, dedicaré algunas columnas provisionales a dar opiniones críticas y constructivas alrededor de ciertas inquietudes que resultan de una lectura desapasionada de los resultados.
Lo primero que cabe resaltar es la apatía. Si bien hubo una participación cercana al 40%, ¡ganó la abstención! Puede decirse que en ocasiones anteriores ese triunfo de la apatía fue mayor. Pero esto no explica el origen de ella misma. El desinterés puede deberse a varias cosas; trataré de enumerar algunas.
Varios colegas nos escribieron protestando por el lamentable espectáculo que presentamos los últimos días, particularmente el de las elecciones. Tuvieron toda la razón, y eso pudo alejar a algunos potenciales votantes, ignoro el porcentaje. Otros más se negaron a votar por la Plancha No. 2 porque el puesto principal lo ocuparía un colega de Medellín; con esta actitud no estaría en nada de acuerdo. Algunas colegas tomaron en serio lo de la representación de género, espero que no hayan sido muchas, porque ni machismo ni feminismo deberían ser argumentos en la academia, así lo hayan sido en el pasado. (No hace siglos a las mujeres no se les permitía acceder al cargo de profesoras, mejor dicho, profesor universitario era rigurosamente masculino, por increible que parezca. Afortunadamente eso ya no ocurre, al menos en nuestra Alma Máter, hasta donde tengo información.)
Pero estas consideraciones son en gran medida innecesarias. Lo verdaderamente preocupante es ese 62% apático en un medio como el nuestro. Si investigamos a fondo, la apatía para participar no es solamente en un proceso electoral, que a la postre resulta secundario si se tiene en cuenta que el voto profesoral puede convertirse en (no digo que lo sea) un saludo a la bandera ¿Nos importa la Universidad con mayúscula realmente? ¿Cuál es el papel que le asignamos a la Universidad Nacional de Colombia o cuál debe ser su papel, más allá de tener una nómina de profesores muy distinguidos? Me temo que un alto porcentaje de nuestros colegas tiene este encargo (debo resaltar que no es solamente cargo) como una actividad que bien podrían desempeñar en otra universidad del mundo o, todavía peor, en cualquier universidad privada. Por supuesto, cuando tomamos posesión no nos obligan a jurar (mucho menos por Dios y por la Patria, como otrora ocurría) cumplir con la misión y la visión, pero deberíamos tenerlas en cuenta. El papel principal de nuestra Universidad, más importante de enmarcar en el contexto latinoamericano local que en el denominado contexto mundial global, no puede perder la perspectiva de nación, nación en construcción en un país de regiones muy diversas y de composición aun más heterogénea, con altas falencias (léase inequidades) en aspectos fundamentales, entre ellos salud, educación, vivienda, justicia...
Quizá nuestra Alma Máter marche hacia una composición más homogénea, en términos de formación de su profesorado, un alto porcentaje de docentes con doctorado y postdoctorado. A mi modo de ver, la heterogeneidad ha aumentado, no hacia la universalidad, sino hacia la individualidad, en donde escasamente importan los intereses de grupo. Combinar esa individualidad con la universalidad parece todavía más difícil que hacerlo glocalmente.
(Agregaré más reflexiones, con un poco más de tiempo, más adelante. Gracias.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario